Rosario que se convertía en la Esperanza de nuestra jornada. Ese final del día, se convertía en un lugar de encuentro donde la presencia de Jesús, iluminaba y llenaba de calor cada tarde. María nos unía en medio de un sufrimiento ingente que invadía a todo el mundo. Nos uníamos al Papa en el Rosario y la oración por el final de la Pandemia.
Aprendimos a pedir por muchas personas que no conocíamos y muchas familias que estaban sufriendo el dolor de no poder abrazar a sus seres queridos. Muchas personas que morían solas. Mucho drama que necesitaba ser entregado. Arrodillarnos ante el Misterio.
Mucha gente nos comentaba que ese Rosario de las 20:00 horas del confinamiento, era lo que les motivaba a seguir luchando y no les permitía caer en la desesperación. María era nuestra Fortaleza y el Horizonte que nos ayudaba a transitar por la Pandemia. Tuvimos la suerte en el mes de mayo, de poder consagrarnos muchos, al Corazón Inmaculado de la Virgen de la mano de las Hermanas del Arca de María. Y a su vez, disfrutamos de diferentes charlas muy interesantes sobre asuntos que nos evidenciaban las circunstancias que vivíamos. Los domingos, junto al Rosario, compartíamos la Liturgia de la Palabra de la mano de un sacerdote diocesano que nos acompañó cada día en este confinamiento.